Carta de Alianza de diciembre.


Boletín del Movimiento de Schoenstatt                                                              Argentina – 18 de diciembre de 2012



Queridos hermanos:

De todas las fiestas religiosas posiblemente la Navidad sea la más querida y esperada del año. Ella ha marcado definitivamente nuestra cultura no solo en el ámbito de lo religioso sino en un amplio espectro de usos y costumbres que tienen su origen en la celebración del nacimiento del Señor, aunque el “mundo” hoy ya no lo recuerde o lo quiera disfrazar con un Papá Noel.
Se puede decir que la Navidad tiene un “espíritu” que la hace única y tan entrañable: el anhelo de la paz y del bien entre los hombres. Este espíritu de Navidad se manifiesta en la benevolencia, los buenos deseos que brindamos en los saludos: “¡feliz Navidad y buen año!”; en las canciones como “Noche de paz,…”, “paz a los hombres, es Navidad”. Hasta el pesebre de Belén, al contemplarlo, nos trae algo de la infancia, anhelo del bien y del amor.
Pero ese anhelo de paz y bien de la Navidad contrasta y choca con nuestra realidad diaria y nos preguntamos: ¿dónde está el bien de la Navidad para los niños que murieron en la escuela de Connecticut, EE.UU? ¿Cómo decirle feliz Navidad a Susana Trimarco y a las mamás de todas las víctimas por el tráfico y abuso de personas? ¿Será noche de paz para los habitantes de Siria, de la Franja de Gaza o de la tierra de Jesús? ¿Cómo brilla la estrella de paz en los corazones violentos que buscan revancha y venganza, en los corazones voraces de poder que van por todo, en los corazones intolerantes y soberbios que separan a los hombres en amigos y enemigos? Ante esta dolorosa realidad muchos dicen que el bien y la paz de la Navidad son imposibles, son una frustrante ilusión y por lo tanto es una celebración vana, meramente romántica y carente de sentido.
También la primera Navidad estuvo marcada por fuertes contrastes. El nacimiento de Jesús, el Hijo de Dios, el Mesías y Rey del universo, se produce en un mísero establo; los ángeles lo anuncian a unos pobres pastores; la noticia de este nacimiento desestabiliza al rey Herodes y manda matar a todos los niños del pueblo; la sagrada Familia debe huir para salvar la vida y debe vivir en el exilio. Navidad sucedió en medio de un mundo injusto y violento, como hoy, que rechaza el bien del hombre, la paz, la vida, la verdad y a Dios.
Justamente por los odios, rencores y maldades que brotan del corazón del hombre, por las indiferencias, las mentiras y los avasallamientos, por las vejaciones, los crímenes y las violencias físicas y psíquicas, en la vida pública o privada, para sanarnos de tanto mal nació Jesús. Sí, para este mundo, para nosotros nació Jesús. Sin su ayuda sería imposible cambiar nuestro rumbo de muerte. En Él está la Vida.
Nos dice la Sagrada Escritura que “
tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único” (Juan 3, 16), y así Dios “se hizo carne y habitó entre nosotros” (Juan 1, 14), para ser nuestro salvador, “salvador del mundo" (1 Jn 4, 14). Cristo vino para quetengamos “Vida y vida en abundancia” (Juan 10, 10), para liberarnos de la esclavitud del odio y enseñarnos a amar como Él nos amó: “ámense los unos a otros como Yo los he amado” (Juan 15, 9). Con la venida de Jesús la paz y el bien entre los hombres han comenzado a ser posibles, son una realidad. Testigo de esto son las generaciones de la humanidad, y nosotros mismos, de los milagros de conversión que Dios ha hecho en nuestras propias vidas. Por eso necesitamos la presencia de Dios con nosotros; por eso brota de nuestra alma el anhelo de Navidad, de la paz y el bien que solo Él nos puede dar. Una Paz y un Bien profundo y para siempre.
En una conferencia a estudiantes decía el P. Kentenich: “La historia de salvación llegó a su plenitud con el nacimiento de Jesús y con el sí de María. Si el mundo actual quiere encontrar el camino hacia Dios, María debe dar nuevamente a luz a Cristo. (…) Se trata del amor a María, pero María no solamente como camino hacia la intimidad con Dios, sino también como camino para que Cristo nazca nuevamente para el tiempo actual”. (31/5/63)
Esa fue y es la misión de María, dar a luz a Cristo para la salvación de los hombres. Nosotros, sus aliados, queremos ayudarla en esta misión. Navidad no es una frustrante ilusión, una celebración vana, meramente romántica y carente de sentido; Navidad es imprescindible para que la paz y el bien de Dios iluminen nuestra vida personal y familiarnuestros ambientes, la Patria y el mundo. Por eso, en esta Navidad, también decimos ¡Con María, ardamos por la misión!
Queridos hermanos, en este 18 de diciembre al celebrar la Alianza de Amor con María le pedimos que nos regale un corazón semejante al de Ella, al de San José y los pastores, abiertos al Dios de la Vida y solidarios con los hermanos. Con el Padre Kentenich recemos frente al pesebre:

“Madre,
tal como muestras al Niño a pastores y reyes
y te inclinas ante Él adorándolo y sirviéndolo,
así queremos con amor ser siempre sus instrumentos
y llevarlo a la profundidad del corazón del hombre”.

Desde el Santuario reciban un cordial saludo y bendición para ustedes, sus familias y comunidades.

¡Feliz Navidad y bendecido año 2013!

                                                                                                                                                                                                                                                                                              P. José Javier Arteaga


¡CON MARÍA ARDAMOS POR LA MISIÓN!

No hay comentarios: